Compras dos billetes de ida y vuelta, registrado como cliente en la aplicación de Renfe.
Por temas laborales, anticipas la vuelta. Intentas hacerlo por la aplicación, pero no puedes, así que llamas a su flamante 902.
La persona que te atiende te pasa con el departamento de soporte para ayudarte, pero éste decide pasarte con el departamento de cambios para que te lo hagan todo vía telefónica. Este departamento te confirma el cambio, te dice que te cobrará 0,30 € por la gestión y que como los nuevos billetes son ligeramente más económicos que los anteriores, te abonarán en la tarjeta con la que habías pagado 1,70 €, por último, que te mandarán un mensaje para que imprimas los billetes en los dispensadores al llegar a la estación. Te llega la notificación bancaria de esa devolución.
Llegas a la estación. Como no has recibido ningún mensaje, aunque vas al dispensador de billetes, no tienes los datos necesarios para imprimirlos, por lo que te vas a la ventanilla de emisión de billetes (importante quedarse con el concepto, porque…), donde te dicen que ellos no pueden emitir esos billetes y que si quieres te vayas al mostrador de atención al cliente o, poco menos, te vayas al cuerno.
Vas al mostrador de atención al cliente, donde hay gente esperando para ser atendida con cara de «me aburro demasiado, ya» y nadie en el mostrador. A estas alturas el tren que vas a coger está a punto de salir.
A estas alturas, aplicas el sentido común: he cambiado los billetes, como quiera que sea, el tren que tengo comprado ahora es este y si lo pierdo y espero a arreglar esto, no voy a tener billete en el que tenía comprado inicialmente. Así que decides subirte al tren que has pagado y si hay algún problema, ya se arreglará sobre la marcha o al llegar al destino.
Pero amigo, llega el momento revisor. Un hombre de edad avanzada, curtido en los sinsabores de la vida, probablemente muy cansado de aguantar tonterías y con muy poca paciencia, además de alguna salida de tono poco justificada. Pero en cualquier caso, si el sistema de la compañía hubiese funcionado como debería, este momento no se habría producido jamás. Señor descargado de responsabilidades.
Al llegar a destino, me acero al mostrador de atención al cliente, comento el tema y finalmente procedo a poner una reclamación. ¿Por qué, si total ya he llegado a mi destino como pretendía? Pues porque yo también estoy curtido en los sinsabores de Renfe y bastante hasta las narices de que pase lo que pase, la culpa siempre sea del que paga, porque competencia cero, claro.
Y porque, según nos han informado posteriormente, por subir al tren «sin billetes» (que estaban pagados, pero no emitidos físicamente), podrían habernos denunciado a nosotros, pese a tenerlos comprados.
También porque según parece (no hay como rascar para sacar mierda), estos fallos vienen siendo recurrentes últimamente y bastantes personas se han quedado en tierra sin poder subir al tren porque las máquinas expendedoras (el sistema de la propia Renfe), anulan los billetes sin explicación alguna.
Reclaman. Después de perdido el tren. Y les devuelven el dinero. Pero siguen en tierra.
Y por supuesto, porque encima esto es una patata caliente que nadie quiere que le explote. Renfe dice que el 902 de su propia atención al cliente, lo atiende una empresa externa ¡y no es responsabilidad suya!
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